Las necesidades primarias son aquellas que deben satisfacerse para garantizar la supervivencia, como la alimentación, el vestuario y la vivienda. En una sociedad avanzada, la mayoría de la población tiene estas necesidades prácticamente satisfechas. Sin embargo, el concepto de necesidades fundamentales se ha expandido en nuestra sociedad en constante evolución. Actualmente, se consideran necesidades fundamentales aquellas que deben cumplirse para permitir a una persona ejercer plenamente su ciudadanía.

El bienestar humano no se limita a la mera supervivencia, sino que implica tener acceso a todo lo necesario para un desarrollo integral, a amplios aspectos económicos, sociales y culturales. Por ejemplo, la importancia de internet va en aumento, y la falta de acceso a él puede llevar a la exclusión. De manera similar, elementos como un frigorífico o un teléfono, que no eran esenciales para la supervivencia en el pasado, se han convertido en necesidades fundamentales a medida que la sociedad ha evolucionado. Desde este enfoque, la educación, la atención médica, internet y aparatos como el frigorífico también se consideran necesidades fundamentales, aunque no sean vitales para la supervivencia.

Este concepto nos permite discernir entre dos categorías de pobreza.

Las necesidades suplementarias son aquellas que contribuyen al bienestar al ser satisfechas. Más allá de las necesidades fundamentales, los seres humanos tienen otras necesidades de carácter más avanzado, como el entretenimiento, la comunicación, etc. Una vez que las necesidades fundamentales están cubiertas, la atención se centra en aquellas que incrementan la satisfacción y el bienestar. Estas necesidades son inagotables, ya medida que se satisfacen, surgen nuevas. Además, su relevancia depende del contexto y la época en que se vive.

Por ejemplo, muchas personas consideran vital el uso de ropa de marca, una necesidad que es probable que no sea prioritaria en una pequeña aldea.